
La identidad de clase media predomina como autopercepción socioeconómica entre evangélicos latinoamericanos, representando aproximadamente 38% regional. Costa Rica encabeza con 51.64%, seguido por Guatemala (48.64%), Uruguay (48.05%), Bolivia (48.76%) y Paraguay (42.86%). En el extremo opuesto, Chile (27.27%), Honduras (29.28%) y El Salvador (32.80%) presentan los porcentajes más bajos de identificación con clase media. Esta distribución de más de 24 puntos porcentuales entre Costa Rica y Chile sugiere percepciones socioeconómicas variable que reflejan tanto realidades objetivas como construcciones culturales sobre qué significa pertenecer a la clase media en cada contexto nacional.
La percepción de estratificación social encuentra resonancia bíblica en Santiago 2:5: «Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?». La autopercepción de clase social entre evangélicos revela tensiones entre identidad terrenal y celestial. Mientras la mayoría se identifica como clase media o baja (aproximadamente 95% combinado), el evangelio proclama que su verdadera identidad y riqueza radica en Cristo. Sin embargo, la percepción de clase social influye significativamente en cómo los evangélicos experimentan oportunidades, limitaciones y esperanzas, afectando su cosmovisión sobre movilidad social, justicia económica y el rol de la fe en transformación material.
La clase media-baja muestra concentraciones significativas en Chile (52.07%), Brasil (37.18%), Argentina (35.53%) y México (33.94%). Estos porcentajes indican que aproximadamente uno de cada tres evangélicos, llegando a más de la mitad en Chile, se ubica en el escalón inmediatamente inferior a la clase media, reconociendo vulnerabilidad económica pero sin identificarse plenamente como clase baja. En contraste, Honduras (19.61%), Guatemala (21.49%) y Paraguay (23.13%) presentan los porcentajes más bajos en esta categoría. La alta concentración chilena (52.07%) combinada con su baja identificación con clase media (27.27%) sugiere que evangélicos chilenos perciben mayor estratificación socioeconómica o enfrentan realidades económicas más precarias que otros países con mayor identificación de clase media.
La clase baja alcanza niveles alarmantes en Honduras (30.66%), Argentina (26.32%), El Salvador (25.93%), Perú (25.86%) y Venezuela (22.96%). Estos datos indican que aproximadamente uno de cada cuatro a tres evangélicos en estos países se identifica explícitamente como clase baja, reconociendo situación económica precaria y acceso limitado a oportunidades. En contraste, Costa Rica (9.45%), Bolivia (12.44%) y Guatemala (13.80%) muestran los porcentajes más bajos de identificación con clase baja. Uruguay (15.58%), Ecuador (17.33%) y Brasil (19.55%) ocupan posiciones intermedias. La combinación de clase baja, media-baja y baja en Honduras totaliza 79.55%, indicando que casi cuatro de cada cinco evangélicos hondureños se perciben en los tres escalones inferiores de estratificación social.
La clase media-alta y alta combinadas revelan presencia mínima de evangélicos en estratos socioeconómicos superiores. Honduras lidera paradójicamente con 20.45% combinado (15.75% + 4.70%), seguido por República Dominicana (22.99%), Guatemala (16.07%), Costa Rica (12.18%) y Bolivia (12.93%). Estos porcentajes indican que aproximadamente uno de cada cinco a seis evangélicos en estos países se percibe en estratos medios-altos o altos. En el extremo opuesto, Chile (0.83% alta), Colombia (0.93% alta) y Brasil (1.60% alta) presentan presencia casi inexistente de evangélicos en clase alta. Argentina muestra solo 3.95% en clase media-alta sin registro de clase alta. México (10.30% media-alta), Ecuador (14.67% combinado) y Venezuela (13.98% combinado) ocupan posiciones intermedias, aunque todos permanecen bajo 15% combinado.
El panorama de autopercepción de clase social evangélica latinoamericana revela cinco realidades simultáneas: predominio de identidad de clase media (38% promedio), significativa presencia en clase media-baja (30% promedio), considerable identificación con clase baja (21% promedio), mínima representación en clase media-alta (8% promedio) y casi inexistente presencia en clase alta (3.5% promedio). La suma de clase baja, media-baja y media alcanza aproximadamente 89% regional, indicando que nueve de cada diez evangélicos latinoamericanos se perciben en los tres escalones inferiores o medios de estratificación social. Solo 11.5% combinado se identifica como clase media-alta o alta, revelando ausencia casi total de evangélicos en estratos socioeconómicos superiores. Honduras presenta el patrón más complejo con 30.66% clase baja (el más alto regional) pero simultáneamente 20.45% en estratos medios-altos y altos combinados (también entre los más altos), sugiriendo profunda polarización socioeconómica dentro de comunidades evangélicas hondureñas. Chile muestra el porcentaje más bajo de clase alta (0.83%) combinado con el más alto de clase media-baja (52.07%), indicando que evangélicos chilenos enfrentan particular concentración en vulnerabilidad económica. Costa Rica destaca con 51.64% identificándose como clase media y solo 9.45% como clase baja, reflejando percepciones de mayor estabilidad económica comparativa. Esta concentración masiva en estratos medios y bajos presenta desafíos pastorales significativos para iglesias que ministran congregaciones con limitados recursos económicos, acceso educativo restringido y oportunidades de movilidad social reducidas, mientras simultáneamente revela oportunidad para que el evangelio demuestre su poder transformador precisamente entre aquellos que el mundo considera económicamente marginados pero que Dios ha escogido para ser ricos en fe y herederos de su reino eterno.Retry