
La adopción de comercio electrónico en locales nacionales permanece limitada entre evangélicos latinoamericanos, con un promedio regional de aproximadamente 18%. Chile lidera con 36.36%, seguido por Argentina (31.17%), Brasil (28.93%), Uruguay (27.85%) y Colombia (22.94%). En el extremo opuesto, Honduras (6.68%), Venezuela (7.69%), Bolivia (8.45%) y República Dominicana (10.36%) presentan adopciones inferiores al 11%, indicando que menos de uno de cada diez evangélicos en estos países ha comprado online en locales nacionales durante los últimos doce meses. Esta distribución de casi 30 puntos porcentuales entre Chile y Honduras revela brechas digitales significativas en acceso a comercio electrónico, reflejando tanto infraestructura tecnológica disponible como confianza en transacciones digitales, alfabetización tecnológica y capacidad económica para realizar compras no presenciales.
El comercio y las transacciones encuentran principios bíblicos en Proverbios 11:1: «El peso falso es abominación a Jehová; mas la pesa cabal le agrada». La adopción de comercio electrónico por evangélicos representa adaptación a economías digitales contemporáneas donde cada vez más transacciones migran de espacios físicos a plataformas virtuales. Sin embargo, la baja penetración regional (18% promedio) indica que amplias mayorías evangélicas permanecen en economías tradicionales de efectivo y comercio presencial, posiblemente debido a barreras múltiples: desconfianza en seguridad de transacciones online, falta de tarjetas de crédito o cuentas bancarias, preferencia cultural por interacciones cara a cara, alfabetización digital limitada o simplemente inexistencia de oferta de comercio electrónico local relevante para necesidades y presupuestos de mayorías evangélicas.
Los países con mayor adopción de comercio electrónico revelan evangélicos más integrados en economías digitales. Chile (36.36%), Argentina (31.17%), Brasil (28.93%) y Uruguay (27.85%) presentan aproximadamente uno de cada cuatro a tres evangélicos comprando online en locales nacionales, sugiriendo infraestructura de comercio electrónico funcional, conectividad digital accesible, sistemas de pago online confiables y demografía evangélica con recursos y alfabetización suficientes para participar en economías digitales. Colombia (22.94%), México (17.96%), Guatemala (15.75%) y El Salvador (14.14%) ocupan posiciones intermedias con aproximadamente 15-23% de adopción. Estos porcentajes, aunque modestos comparados con países desarrollados, representan minorías significativas que han cruzado umbral hacia consumo digital, potencialmente influyendo a círculos sociales hacia adopción futura.
La no adopción de comercio electrónico alcanza niveles extraordinariamente altos en Honduras (93.32%), Venezuela (92.31%), Bolivia (91.55%) y República Dominicana (89.64%). Estos porcentajes indican que más de nueve de cada diez evangélicos en estos países no han realizado ninguna compra online en locales nacionales durante el último año, revelando exclusión casi total de economías digitales. Paraguay (88.00%), Perú (87.14%), Panama (86.55%), El Salvador (85.86%), Ecuador (88.11%), Guatemala (84.25%) y México (82.04%) también superan el 82% sin compras online, confirmando patrón regional de mayorías funcionando exclusivamente en economías tradicionales. Costa Rica (86.96%) y Colombia (77.06%) mantienen más de tres cuartos sin comercio electrónico. Incluso países líderes muestran mayorías sin adopción: Uruguay (72.15%), Brasil (71.07%), Argentina (68.83%) y Chile (63.64%), recordando que comercio electrónico permanece minoritario incluso en contextos más digitalizados.
El panorama de comercio electrónico evangélico latinoamericano expone brechas digitales masivas donde aproximadamente 82% regional nunca ha comprado online en locales nacionales, limitando participación en economías digitales que crecientemente determinan acceso a productos, precios competitivos y oportunidades comerciales. Chile (36.36%) lidera la adopción pero aún representa menos de dos de cada cinco evangélicos comprando digitalmente, mientras Honduras (6.68%), Venezuela (7.69%) y Bolivia (8.45%) muestran adopciones casi inexistentes bajo 9%. La brecha de 29.68 puntos porcentuales entre Chile y Honduras ilustra universos económicos digitales completamente diferentes donde evangélicos chilenos participan moderadamente en comercio online mientras hondureños permanecen casi completamente excluidos. Brasil (28.93%) y Argentina (31.17%) también presentan adopciones significativas cercanas a un tercio, sugiriendo que países con economías más grandes y sectores de clase media evangélica más desarrollados facilitan mayor participación digital. México presenta anomalía interesante con solo 17.96% de adopción a pesar de ser segunda economía regional, posiblemente reflejando concentración de comercio electrónico en áreas urbanas mientras mayorías evangélicas mexicanas residen en contextos rurales o periurbanos con conectividad limitada. Venezuela (92.31% sin comercio electrónico) y Bolivia (91.55%) comparten exclusión digital masiva a pesar de contextos económicos muy diferentes, sugiriendo que tanto crisis económica extrema (Venezuela) como desarrollo limitado (Bolivia) producen resultados similares de no adopción digital. Las iglesias evangélicas enfrentan desafíos de equipar congregantes para economías digitales mediante programas de alfabetización digital, educación financiera sobre seguridad en transacciones online, facilitación de acceso a sistemas de pago digital y desarrollo de emprendimientos evangélicos que aprovechen comercio electrónico para alcanzar mercados más amplios. La exclusión masiva de comercio electrónico tiene consecuencias económicas: evangélicos pierden acceso a precios competitivos disponibles online, oportunidades de emprendimiento digital, empleos en sectores de economía digital en expansión y habilidades tecnológicas cada vez más esenciales para participación económica contemporánea, perpetuando marginación económica de comunidades que ya enfrentan vulnerabilidades múltiples exacerbadas por analfabetismo digital que limita capacidad de prosperar en economías del siglo XXI donde fronteras entre físico y digital se difuminan progresivamente.
