La gráfica revela que en Argentina, el 40% de los evangélicos afirman que sus padres tienen educación secundaria incompleta, mientras que en Chile ese porcentaje es del 36%. Estos datos reflejan una realidad donde muchos creyentes provienen de hogares donde los progenitores no pudieron finalizar sus estudios básicos. «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él» (Proverbios 22:6).

Esta falta de educación formal en los padres puede haber implicado mayores desafíos económicos y de acceso a oportunidades para sus familias. Como iglesia, debemos ser sensibles a estas situaciones y brindar apoyo integral, más allá de lo meramente espiritual. Proveamos herramientas prácticas que empoderen a estos hermanos.

 

 

Al mismo tiempo, estos datos no determinan el potencial de los hijos. Dios puede usar cualquier trasfondo para sus propósitos redentores. Más que lamentar las limitaciones, enfoquémonos en descubrir y desarrollar los dones y talentos que Dios ha puesto en cada creyente para impactar su entorno.

La falta de educación en los padres también podría influir en sus paradigmas y prioridades respecto a la formación de los hijos. Como iglesias, inculquemos una mentalidad transformada que valore el crecimiento intelectual junto al espiritual. Mostremos cuán digno es adquirir conocimientos (Colosenses 3:16).

 Muchos evangélicos en Argentina y Chile provienen de hogares donde los padres no completaron la secundaria, lo cual pudo implicar desafíos. Como iglesia, brindemos apoyo integral y herramientas prácticas. A la vez, enfoquémonos en desarrollar los dones de cada creyente. Inculquemos una mentalidad renovada que valore el crecimiento intelectual junto al espiritual. Todos podemos impactar nuestro entorno más allá de las limitaciones iniciales.

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