
Los datos revelan que la identidad mestiza predomina en la mayoría de países evangélicos latinoamericanos, con un promedio regional aproximado de 37%. Perú lidera con 78.84% de evangélicos que se identifican como mestizos, seguido por Ecuador (76.55%), Paraguay (50.67%), Guatemala (48.90%) y Panama (48.72%). En contraste, Uruguay muestra el porcentaje más bajo de identidad mestiza con apenas 15.38%, seguido por Brasil (17.52%) y Argentina (22.37%). Esta distribución refleja las particularidades históricas de mestizaje en cada nación, siendo especialmente pronunciada en países andinos donde la fusión entre poblaciones indígenas y europeas ha sido más intensa a lo largo de los siglos.
La diversidad étnica dentro del cuerpo de Cristo refleja la visión bíblica expresada en Apocalipsis 7:9: «Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero». La composición multiétnica de los evangélicos latinoamericanos demuestra que el evangelio trasciende barreras raciales y culturales, cumpliendo la promesa divina de reunir adoradores de toda etnia. Esta rica diversidad étnica dentro de las iglesias evangélicas fortalece el testimonio de unidad en Cristo, donde personas de distintos orígenes encuentran identidad común en su fe.
La población evangélica de identidad blanca muestra variaciones extremas entre países, con Uruguay liderando dramáticamente con 53.85%, seguido por Argentina (48.68%) y Chile (45.76%). En contraste, Guatemala (2.85%), Bolivia (3.32%) y Ecuador (4.42%) presentan los porcentajes más bajos de evangélicos blancos. Esta marcada diferencia de más de 50 puntos porcentuales entre Uruguay y Guatemala refleja los distintos patrones migratorios europeos: mientras el Cono Sur recibió masivas oleadas de inmigración europea en los siglos XIX y XX, los países andinos y centroamericanos mantuvieron poblaciones mayoritariamente indígenas y mestizas. Brasil (34.39%) y Costa Rica (37.32%) ocupan posiciones intermedias significativas en esta categoría.
La población evangélica indígena alcanza sus mayores concentraciones en Guatemala (39.04%), Bolivia (32.23%) y Honduras (15.80%), países con fuertes raíces precolombinas. México (15.06%), El Salvador (14.10%) y Venezuela (12.18%) también muestran presencias indígenas notables entre sus evangélicos. En el extremo opuesto, Argentina (2.63%), Uruguay (3.85%) y Brasil (3.50%) presentan los porcentajes más bajos de evangélicos indígenas. Guatemala destaca particularmente con casi 40% de sus evangélicos identificándose como indígenas, evidenciando el notable éxito del movimiento evangélico en alcanzar comunidades mayas y otras etnias originarias que históricamente fueron evangelizadas por el catolicismo.
La población evangélica afrodescendiente (negra y mulata combinadas) muestra concentraciones significativas en República Dominicana (40.12%), Brasil (35.99%), Venezuela (19.43%) y Uruguay (14.10%). Estos porcentajes reflejan las regiones donde la esclavitud africana tuvo mayor impacto histórico, particularmente en el Caribe y las costas atlánticas. En contraste, países andinos como Perú (1.24%), Bolivia (1.17%) y Chile (4.62%) muestran presencias afrodescendientes mínimas. La categoría «No sabe» alcanza niveles preocupantes en algunos países: México (37.35%), El Salvador (28.72%) y Argentina (19.74%), sugiriendo confusión identitaria o resistencia a categorías raciales en estos contextos evangélicos.
El mosaico racial evangélico latinoamericano revela tres perfiles regionales distintos: países del Cono Sur (Uruguay, Argentina, Chile) con predominio blanco; países andinos (Perú, Ecuador) con fuerte identidad mestiza; y países con significativa diversidad étnica como Guatemala (39% indígena, 49% mestizo), República Dominicana (40% afrodescendiente, 24% mestizo) y Brasil (35% blanco, 36% afrodescendiente, 18% mestizo). La alta proporción de «No sabe» en México (37.35%) y El Salvador (28.72%) sugiere que aproximadamente un tercio de evangélicos en estos países no se identifica claramente con categorías raciales tradicionales, posiblemente reflejando identidades más complejas o rechazo a clasificaciones étnicas. Esta diversidad demográfica presenta tanto oportunidades como desafíos para las iglesias evangélicas en su misión de alcanzar y servir efectivamente a todas las comunidades étnicas de la región.