
La mayoría de evangélicos latinoamericanos no contempla emigrar a otro país, con un promedio regional de aproximadamente 70% que responde negativamente a esta posibilidad. Panama lidera con 82.66%, seguido por Chile (81.82%), México (78.92%), Costa Rica (78.00%) y Guatemala (77.46%). En el extremo opuesto, Colombia (48.39%), República Dominicana (48.70%) y Ecuador (57.96%) presentan los porcentajes más bajos de rechazo a la emigración, indicando que aproximadamente la mitad de evangélicos en estos países mantiene la posibilidad abierta. Esta distribución de más de 34 puntos porcentuales entre Panama y Colombia sugiere que factores económicos, políticos y sociales específicos de cada nación influyen significativamente en las aspiraciones migratorias de las comunidades evangélicas.
Las aspiraciones migratorias encuentran resonancia bíblica en la experiencia de Abraham descrita en Génesis 12:1: «Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré». La disposición a emigrar entre evangélicos latinoamericanos refleja tensiones entre arraigo comunitario y búsqueda de mejores oportunidades. Mientras el llamado bíblico enfatiza la obediencia a Dios sobre el lugar geográfico, también valora la estabilidad familiar y comunitaria. Los evangélicos que contemplan emigración enfrentan dilemas espirituales significativos: ¿están huyendo de dificultades o respondiendo a un llamado divino? ¿Cómo equilibrar responsabilidades familiares inmediatas con esperanzas de futuro mejor? La migración también presenta oportunidades misionales donde creyentes pueden ser testimonios vivientes del evangelio en nuevos contextos culturales.
Los países con mayores aspiraciones migratorias muestran patrones preocupantes de insatisfacción nacional. Colombia lidera con 51.61% considerando emigración, seguido por República Dominicana (51.30%), Ecuador (42.04%), Honduras (39.73%) y Argentina (35.53%). Estos porcentajes indican que aproximadamente cuatro a cinco de cada diez evangélicos en estos países han contemplado seriamente abandonar su patria, reflejando percepciones de oportunidades limitadas, inseguridad económica o inestabilidad política. Colombia y República Dominicana destacan particularmente con más de la mitad de evangélicos considerando emigración, sugiriendo crisis de confianza en las posibilidades de progreso dentro de sus fronteras nacionales. Esta fuga potencial de capital humano, incluyendo creyentes comprometidos, representa pérdida significativa para las iglesias y sociedades de origen.
Bolivia (33.49%), Brasil (35.02%) y El Salvador (33.16%) presentan aproximadamente un tercio de evangélicos contemplando emigración, ubicándose en niveles intermedios. Paraguay (30.00%), Venezuela (23.65%) y Perú (24.48%) muestran aspiraciones migratorias más moderadas, con aproximadamente uno de cada cuatro evangélicos considerando esta posibilidad. El caso venezolano resulta particularmente interesante con solo 23.65% contemplando emigración, considerablemente inferior al esperado dado la crisis humanitaria que ha impulsado éxodo masivo desde 2015. Este bajo porcentaje podría reflejar que quienes tenían mayores recursos y capacidad para emigrar ya lo hicieron, quedando una población evangélica con menor movilidad económica o mayor arraigo familiar y comunitario.
Los países con menores aspiraciones migratorias revelan mayor satisfacción relativa o arraigo. Panama (17.34%), Chile (18.18%), México (21.08%), Costa Rica (22.00%) y Guatemala (22.54%) presentan menos de un cuarto de evangélicos contemplando emigración. Estos porcentajes sugieren que aproximadamente ocho de cada diez evangélicos en estos países prefieren permanecer en sus naciones, indicando percepciones de estabilidad suficiente, oportunidades aceptables o vínculos comunitarios y familiares demasiado fuertes para romper. Uruguay (24.05%), Perú (24.48%) y Venezuela (23.65%) también mantienen aspiraciones migratorias relativamente bajas. La baja aspiración migratoria guatemalteca (22.54%) resulta sorprendente dado los altos niveles de pobreza y violencia, sugiriendo que factores culturales, vínculos familiares extensos o limitaciones económicas para migrar mantienen a evangélicos arraigados localmente.
El panorama migratorio evangélico latinoamericano revela tres patrones simultáneos: mayoría prefiere permanecer (70% promedio regional), significativa minoría contempla emigración (30% promedio), y marcadas diferencias nacionales en aspiraciones migratorias. Existe clara división geográfica donde Colombia (51.61%) y República Dominicana (51.30%) presentan mayorías considerando emigración, mientras Panama (17.34%), Chile (18.18%) y México (21.08%) mantienen estas aspiraciones bajo 22%. Ecuador (42.04%), Honduras (39.73%) y Argentina (35.53%) ocupan posiciones intermedias-altas, reflejando insatisfacción significativa con condiciones nacionales. La combinación de altas aspiraciones migratorias con limitados recursos económicos crea situaciones paradójicas donde muchos evangélicos desean emigrar pero carecen de medios para hacerlo, generando frustración y sensación de estar atrapados en contextos percibidos como limitantes. Las iglesias evangélicas enfrentan desafíos pastorales complejos: ministrar a congregantes que contemplan emigración, mantener conexiones con diásporas evangélicas dispersas globalmente, apoyar familias fragmentadas por migración y desarrollar teologías contextuales que aborden tensiones entre movilidad geográfica y fidelidad comunitaria. Simultáneamente, las aspiraciones migratorias presentan oportunidades misionales donde evangélicos latinoamericanos pueden servir como agentes del reino en nuevos contextos, estableciendo iglesias en diásporas y siendo testimonios vivientes del evangelio en sociedades receptoras, cumpliendo así dimensiones de la Gran Comisión a través de movimientos poblacionales que, aunque impulsados por necesidades económicas, pueden ser redimidos por propósitos divinos de expansión del evangelio a todas las naciones.